El que peca y reza, empata, es un proverbio secular que escuchamos a menudo , que por muy gracioso que suene, esta frase la utilizamos los católicos no muy practicantes, como una manera de expiación festivo por nuestras faltas.
En contraparte, sorprendido recién observé un video en las redes sociales, donde una banda de jóvenes sicarios del Cartel del Golfo armados con rifles automáticos y pistolas de alto poder, reunidos fervorosamente rezaban al unísono una plegaria solicitando la protección divina, que decía :
“ Alabado sea Dios, agiliza mis dedos para la guerra y mis manos para la batalla, eres mi baluarte, eres mi gloria, eres mi salvación y eres mi honor, por los siglos de los siglos, Amén”
Esta actitud “rezandera” es contradictoria con su comportamiento social. Hay creyentes que no son buenos ciudadanos, pero si buenos criminales.
Así las creencias religiosas no han sido un obstáculo sino, en muchos casos, una “ayuda” para el ejercicio de la violencia. Esto explicaría la oración en grupo hecha por los sicarios “antes” o “después” de la realización de sus actividades criminales. Para ellos lo religioso ocupa la función de “talismán”, de algo que protege, pero que está distanciado con un respeto a la vida, separado de la ley.
Los matones, los mafiosos y los funcionarios corruptos suelen ser muy devotos, cuelgan de su cuello un escapulario o medallas de la Virgen, para ellos el rezo y esta manifestaciones exteriores de la fe son suficientes, si no para alcanzar el cielo, al menos empatar en el purgatorio.